La idea en la que se basa la bolsa de valores es sumamente sencilla. Piensa en ella como un mercado agrícola en el que, en lugar de frutas y verduras, la gente vende valores. La propia bolsa lleva un registro de quién ha comprado qué y cuántas existencias quedan, y controla que todas las ventas se hacen de acuerdo con la ley. Cada país tiene su propia bolsa y, en muchos casos, varias bolsas. En Alemania, la principal es la bolsa de Frankfurt (XETRA), pero también está Tradegate, entre otras. Mientras que, en Francia, la bolsa de valores más importante es Euronext Paris, y España, por su lado, tiene la Bolsa de Madrid.
Para tener acceso a la bolsa, un inversor ordinario necesita un intermediario, es decir, un bróker.
Un bróker es una empresa que ha obtenido todas las licencias necesarias para realizar intercambios en la bolsa, cumple sus normas y paga las tasas correspondientes. Da a los inversores particulares acceso a la bolsa y a cambio les cobra una comisión. Cuando un inversor abre una cuenta con el bróker, le transfiere su dinero, y le indica qué valores y en qué cantidad debe comprar o vender en la bolsa.
En el pasado, todo ocurría en persona. De hecho, puede ser que todavía te imagines la bolsa de valores como un parqué abarrotado de gente gritándose unos a otros. Ahora son todo trámites online. Puedes elegir un bróker sin salir de casa, firmar el contrato y acceder a una bolsa las 24 horas mediante un software en tu ordenador o una app en tu smartphone.
Hay muchos departamentos diferentes en la bolsa de valores que se conocen como mercados. En estos mercados, se pueden comprar acciones, divisas, metales preciosos e incluso materias primas agrícolas que incluyen la soja, de hecho.
Para empezar, vamos a centrarnos en el mercado en el que se negocian las acciones, llamado mercado de valores. Además de acciones de empresas, aquí también se pueden comprar ETF y bonos. No te preocupes, también te explicaremos qué son todos ellos más adelante.
Un bono es el nombre que designa a un préstamo que emite una empresa o un gobierno. Si compras un bono, básicamente estás prestando dinero a un Estado o empresa, y obteniendo intereses por ello.
Supongamos que una empresa quiere ampliar su producción y necesita dinero para hacerlo. Coloca bonos en el mercado que tú compras como inversor. Cada bono es una pequeña parte de ese préstamo y define cuánto dinero le estás prestando a la empresa, cuándo recuperarás tu dinero y qué tipo de interés obtendrás.
Los bonos suelen ser beneficiosos tanto para la empresa como para el inversor. Generalmente, la empresa obtiene un tipo de interés más bajo que el que cobraría un banco, mientras que el inversor percibe un interés más alto que el que recibiría por una cuenta de ahorro.
La clave está en evaluar el riesgo de que la empresa no te devuelva el dinero. Cuanto mayor sea el interés, mayor será la posibilidad de que la empresa no reembolse el capital. Existen calificaciones, decididas por agencias independientes de calificación crediticia o rating, que clasifican el grado de fiabilidad del bono de una empresa o su calidad crediticia. Cuanto más alta sea la calificación, más probable será que te devuelvan el dinero y, por lo general, más bajo será el tipo de interés.
Los bonos pueden ser emitidos por empresas, Estados, regiones o incluso entidades supranacionales como la Unión Europea. Los bonos del Estado son los más seguros normalmente, pero, a cambio de esa seguridad, su rendimiento no difiere mucho del tipo de interés que podrías obtener en una cuenta de ahorros. Actualmente algunos ofrecen incluso tipos de interés negativos, por lo que resulta un tema peliagudo en el que no vamos a entrar ahora.
Una acción es una parte de la empresa, una participación en su negocio. Si has comprado una acción, eres copropietario de la empresa (socio) y tienes derecho a una parte de sus beneficios.
El titular de una acción puede ganar dinero de dos formas: con la diferencia en el valor de las acciones (si las vende más caras de lo que las compró) y con los dividendos que se reciben cuando la empresa reparte una parte de los beneficios entre los accionistas.
Vamos a verlo con un ejemplo. Imagina que tienes un amigo ganadero que te propone que compréis una cabra a medias. Tu parte de la cabra es tu acción. La cabra dará leche, vendereis la leche y, una vez descontados los gastos, tú recibirás tu mitad del beneficio de su venta. Este beneficio de la leche es tu dividendo.
Y si el valor de la cabra en el mercado se duplica de repente y decides vender tu acción a otro inversor, ganarás con el incremento de valor. Al final, te beneficiarás de la diferencia entre el precio de compra y el de venta una vez, pero dejarás de recibir los dividendos regularmente.
En Vivid, ofrecemos acciones fraccionadas. Se trata de un producto derivado que te permite comprar media acción, un décimo de acción o la fracción que tu quieras. Explicaremos más sobre este tema en las siguientes lecciones.
Los riesgos de las acciones son obvios. De igual manera que con la cabra del ejemplo, el negocio de una empresa puede enfermar, en sentido figurado, o la demanda de leche puede caer por razones externas. En ese caso, tu acción dará menos beneficios y será difícil venderla en el mercado por el mismo precio por el que la compraste, ya que nadie quiere comprar una cabra que no es rentable.
Imaginemos que te apetece un trozo de tarta, pero solo una pequeña porción. Tienes dos opciones. La primera sería buscar una receta, ir a comprar los ingredientes, hornear una gran tarta, y luego cortar un trozo y comértelo. De esta manera, acabas empleando un montón de energía, tiempo y dinero. Otra opción, la mejor en este caso, sería ir a una panadería y comprar una porción individual.
Los fondos cotizados o ETF (exchange-traded fund) funcionan así. Reúnen valores (ingredientes) en una cartera (tarta) y luego venden a los inversores una participación (porción) de esa cartera.
Una cartera de ETF puede estar formada por acciones o bonos de diferentes empresas, o puede seguir el precio de una materia prima o un índice en concreto. Las entidades gestoras de ETF deciden cómo formar cada cartera.
Los fondos cotizados también reciben dividendos por las acciones que los componen. ¿Y qué hacen los fondos con esos dividendos? Depende de lo que cada uno decida: algunos pagan dividendos a los inversores; mientras que otros los guardan y compran acciones adicionales, lo que eleva el precio del fondo y aumenta el beneficio potencial si un inversor decide vender su participación.
La principal ventaja de un fondo cotizado es que tiene un riesgo menor, ya que, si uno de los activos pierde valor, la pérdida se cubrirá con los ingresos de otros activos. Además, necesitas mucho menos dinero para comprar las acciones de un ETF que si decidieras adquirir todas las acciones o activos que tienen en su cartera por tu cuenta. Como en el caso de la tarta, es más barato comprar una porción que cada ingrediente por separado.
Ahora que conoces las bases, vamos a poner a prueba tus conocimientos. Después profundizaremos un poco más.