Vamos a explicar la creación de un bono con un ejemplo.
La empresa A está contratando de forma masiva y necesita más espacio en la oficina para dar cabida a todos los nuevos empleados. Está estudiando la posibilidad de alquilar dos plantas más en el edificio donde tiene su sede. Calculan que el coste de los pisos en los próximos 5 años será de 5 millones de euros. Es una gran inversión y supone más efectivo del que tienen disponible ahora mismo. Podrían ir al banco, pedir un préstamo y pagarlo con un 3,5% de interés.
Pero tienen una opción mejor: emitir 5 millones de euros en bonos al 1,8%, casi la mitad de lo que pediría el banco.
Ofrecen 50.000 bonos de 100 euros. Cada bono tiene un tipo de interés anual del 1,8%. Esto significa que cada año el titular del bono recibe 1,80 euros. Al cabo de cinco años, cuando el bono venza, los inversores recuperarán sus 100 euros. Si añadimos los 1,80 euros que habrán recibido cada año, obtendrán 109 euros por una inversión de 100 euros.
Así funcionan los bonos en resumen. Ahora vamos a profundizar un poco más.
Inversores profesionales compran primero los bonos a la empresa en lo que se conoce como mercado primario. Los inversores minoristas, que normalmente no tienen acceso a ofertas públicas primarias, pueden comprarlos cuando estos inversores los revenden en el mercado secundario.
Aquí es donde se pone la cosa interesante, porque el precio de un bono puede fluctuar igual que el de una acción. Lo que no cambia es la cantidad que el inversor va a recibir por él. Digamos que alguien compró un bono de la empresa A por 100 euros. La empresa A tiene problemas y esa persona no está segura de que vaya a recuperar sus 100 euros dentro de cinco años, así que te vende su bono por 95 euros. Tú recibes 1,80 euros cada año y 109 en cinco años, pero el tipo de interés es ahora del 1,9%. Esto se llama rendimiento del bono. Los 1,80 euros son el cupón. El día en que recuperas el dinero invertido es la fecha de vencimiento.
En la época en la que los bonos eran de papel, tenían cupones de verdad que se arrancaban. Cada vez que un bono pagaba intereses, se quitaba un cupón. Los bonos de papel desaparecieron, pero el nombre se ha mantenido.
El pago de los intereses se puede hacer de una a 12 veces al año, según decida la empresa. Lo más habitual es que se haga cada seis meses o trimestralmente, es decir, dos o cuatro veces al año.
Un bono se puede vender en cualquier momento, no es necesario que lo mantengas hasta su vencimiento. Hasta el día en que la empresa o el Estado devuelva el dinero, el bróker que te lo ha vendido cancela tu bono y lo sustituye por su valor en dinero.
Entonces, ¿qué sucede si vendes un bono justo cuando que vas a recibir un pago por los intereses? Sencillo: el dinero que hubieras recibido, llamado cupón corrido, se añade al precio. Por ejemplo, si mantienes tu bono de la empresa A durante medio año y luego lo vendes, la persona que lo compra recibiría el pago completo de 1,80 euros, aunque tú lo hayas mantenido durante el mismo tiempo. Así que tomas tu parte, en este caso 90 céntimos, y lo añades al precio de venta. Si lo vendieras por su valor nominal, es decir, el precio original del bono, obtendrías 100,90 euros por él.
Del mismo modo, si adquieres un bono de otro inversor, tienes que compensarle por su parte del cupón.
Dado que los precios de los bonos fluctúan pero el interés que vas a obtener cuando llegue su vencimiento no, es importante estar atento al precio y calcular cuánto vas a ganar. Si compraste un bono por 110 euros, pero sólo vas a recuperar 109 euros al final, habrás perdido dinero.
Por otro lado, rara vez comprarás un bono justo cuando se emite, lo que significa que probablemente ya te habrás perdido algunos pagos de intereses. Ahí es donde entra en juego el rendimiento al vencimiento (también referido como YTM, del inglés “yield to maturity”). Es una fórmula que indica cuánto dinero vas a ganar si compras un bono hoy y lo mantienes hasta su fecha de vencimiento. La fórmula es bastante sencilla, pero también puedes encontrar decenas de calculadoras en Internet que te van a ayudar a hacer el cálculo.
El emisor de los bonos determina su rendimiento. Cuanto más fiable sea el emisor, menor será la tasa de cupón que ofrecerá y menor el rendimiento del bono. Esto depende simplemente del riesgo. Como siempre, los inversores piden más rentabilidad cuanto mayor es el riesgo. Si te arriesgas a perder todo tu dinero, quieres más dinero como recompensa si las cosas van bien. Cuando las empresas están casi seguras de que van a poder devolver bonos, no suelen pagar tipos de interés especialmente altos. Por el contrario, las empresas que no gozan de una buena salud financiera, o que han incumplido sus deudas en el pasado, tienen que ofrecer un interés más alto para atraer a inversores que compren sus bonos.
Existen, a grandes rasgos, tres categorías en las que pueden dividirse los bonos según quien los emita: bonos del Estado, bonos municipales y bonos corporativos.
Los bonos del Estado, llamados bonos federales, son emitidos por el gobierno de un país, normalmente por su Tesoro Público. Cuando alguien habla de un bono alemán a 10 años, se refiere a un bono federal alemán con un vencimiento a 10 años. Estos ofrecen rendimientos más bajos que otros activos, ya que dependen de países y suelen tener menos posibilidades de quebrar. Hay excepciones, por supuesto, como Venezuela, cuyo bono a 10 años tiene un rendimiento superior al 10%, mientras que el bono alemán a 10 años tiene actualmente un rendimiento del -0,5%.
Los tipos de interés negativos se consideraban imposibles, pero son una realidad desde aproximadamente 2015. De todas formas, ahora no es el momento de explicar esta particularidad del sistema financiero.
Los bonos municipales son como los bonos del Estado, ya que los emiten los gobiernos, pero en este caso son los de las comunidades autónomas en España, estados o ciudades. No tienen el peso de todo un país detrás de ellos, pero suelen considerarse bastante fiables.
Los bonos corporativos, como su nombre indica, son emitidos por empresas. Su calidad crediticia puede variar desde grado de inversión (investment grade) hasta los llamados bonos basura, que se consideran demasiado arriesgados para ciertos inversores, como los fondos de pensiones, que no pueden permitirse perder mucho dinero; pero que pueden ser valiosos para inversores con más apetito de riesgo.
Las empresas también pueden emitir bonos en divisas distintas a la del país en el que se van a vender. En ese caso, se llaman eurobonos. Esto no tiene nada que ver con el euro como divisa, sino que se utiliza para cualquier bono emitido en una moneda extranjera. Así, si una empresa europea emite bonos en dólares estadounidenses, sigue siendo un eurobono. En ese caso, recibe un nombre especialmente confuso: bono en eurodólares.
A primera vista, puede parecer que invertir en bonos no da grandes rendimientos y es innecesariamente complicado. Puede que esto sea cierto si sólo te fijas en los bonos del Estado (o federales) europeos. Pero los bonos corporativos, dependiendo de su calificación, pueden ofrecerte un rendimiento superior al que recibirías por una cuenta de ahorros.
Quienes no tienen experiencia en la inversión en bonos tienden a comprar bonos de bajo rendimiento y mantenerlos hasta su vencimiento. De este modo, las oscilaciones de precio no te afectan, ya que sabes cuánto dinero vas a recibir al final. Ten en cuenta que, aunque los bonos suelen ser activos más seguros que las acciones, no están exentos de riesgo.
Los bonos, al igual que las acciones, tributan como rendimientos del capital. Cada país tiene normas e incentivos diferentes, por lo que es importante que te informes de la manera en que tu país grava los bonos.
En Alemania, los bonos tributan al 25% como Abgeltungssteuer, impuestos sobre rendimientos del capital. Sin embargo, hasta una cierta cantidad está libre de impuestos, que ahora mismo va hasta los 801 euros para los solteros y 1602 euros para casados. Por encima de esas cantidades está gravado. A esto tienes que añadir las cotizaciones normales a la seguridad social y el impuesto a la iglesia, si lo pagas.
En Francia, las plusvalías de los bonos del Tesoro se gravan a un tipo fijo del 12,8%, además del 17,2% de las cotizaciones a la Seguridad Social. Como alternativa, puedes optar por tributar tus ganancias según el porcentaje que te corresponde por tu tramo en la declaración de la renta; aunque si tomas esta decisión, no hay vuelta atrás.
En España, tributan en el IRPF como rendimientos del capital mobiliario también se tributan por tramos: 19% si no llegas a los 6000 euros, 21% hasta los 50.000 euros, y por encima de esa cantidad, al 23%.
La amortización describe la forma en la que el emisor de un bono devuelve su valor gradualmente hasta la fecha de vencimiento. El pago periódico de una hipoteca es un ejemplo de amortización. Esto, por supuesto, reduce el riesgo de que no vuelvas a ver tu dinero, pero también presenta un inconveniente en el sentido de que tienes que encontrar otro lugar donde invertir el dinero que te devuelven.
Un bono con opción de venta (o opción put, por lo que también se denominan “bonos putables”) te da derecho a vender tu bono al emisor por su valor nominal (original) en una fecha predeterminada o si se cumplen determinadas condiciones, sin esperar a la fecha de vencimiento. Por ejemplo, si compraste un bono con una fecha de vencimiento en diez años y una fecha de venta dentro de tres años, podrías rescatar el valor en tres años. En este caso, tus ganancias serían los cupones de tres años más el valor nominal. O puedes no rescatar el bono y mantenerlo durante otros 7 años, mientras recibes los cupones.
Muy bien, ha llegado la hora del cuestionario. Vamos a ver si has prestado atención.